CEGUERA

Estamos ciegos porque nos creemos lo que vemos con nuestros ojos, porque no nos lo cuestionamos. Precisamente por eso es por lo que no vemos. Nada se nos puede revelar si no nos quitamos la venda de los ojos. Estamos ciegos por la fe tan profunda que hemos depositado en el miedo, por entronizar a nuestra razón, por creernos al ego.

Estamos ciegos porque no asumimos la responsabilidad de nuestros procesos, porque no queremos aceptar que de nosotros es de quien depende que las cosas que vemos fuera puedan empezar a ser de otra manera. Nos negamos a ver que "como es dentro es fuera y como es fuera es dentro". Buscamos remedios que nos anestesien y formas de sostener nuestra ceguera. Nos boicoteamos diciéndonos que no podremos, que es difícil, que es imposible, que aún nos queda mucho. Nos creemos lo que nos dice nuestro ruido interno. Cuanto más lo hacemos, más ciegos. Más separados de la vida que existe detrás del velo. Nuestra ceguera solo nos deja espacio para sobrevivir, para luchar y para reaccionar. Nos lleva a creer que podemos juzgar, que, pese a estar ciegos, podemos ver la verdad y por tanto sentenciar.

Nuestros ojos no ven porque nos hemos creído lo que es falso, lo que no es verdad. Esa es la única razón de nuestra ceguera. Nuestros ojos no ven porque le hemos dado todo nuestro poder a lo que pensamos y a las memorias de nuestro cuerpo emocional. Estamos ciegos debido a que nos creemos incapaces de confiar plenamente, de soltar el control, de despertar nuestra fe, de decirnos "yo puedo" y "por qué no".

Mirar dentro y encontrarnos de frente con nuestras miserias duele, comenzar a escucharnos, a darle nombre a lo que sentimos, a poner límites, a quitarnos mochilas y a ser nosotros mismos implica trabajo, cariño y responsabilidad, y por eso nos tapamos los ojos, cubrimos nuestra vida con un velo, buscamos excusas, lo retrasamos y nos lo negamos. Nuestra ceguera no nos deja ver la verdad. Nos impide darnos cuenta de que solo atravesando la oscuridad, solo caminando por donde nuestros ojos físicos son incapaces de ver, solo si decidimos quitarnos el manto del miedo, podremos despertar. Solo entonces seremos capaces de volver a ver con total claridad. Solo entonces nuestra vida cobrará un verdadero y profundo sentido.

Podemos dejar de ser ciegos, podemos volver a ver, podemos tener la vida que merecemos. Podemos y debemos. Para ello, necesitamos dejar de creer en el miedo, no reaccionar ante él. Necesitamos incorporar a nuestra vida la aceptación, el amor, la oportunidad y la fe. Necesitamos retomar nuestro poder y nuestra conexión con nuestro ser superior. Necesitamos volver a ser niños porque ellos, con su mirada confiada e inocente, sí pueden ver.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ioana Casapu

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